La competencia estaba a la agenda cuando la Unión Europea abrió las compuertas abiertas con su Directiva de Servicios de Pago revisada (PSD2). La orden sigue en pie. Pero ahora hay otro ímpetu que está haciendo sus propias olas a raíz del aumento de la competencia: la inclusión financiera.1
Su importancia en todos los países desmiente la idea errónea de que la inclusión financiera es gratis y carece de modelos de negocio sostenibles. En cambio, ahora se trata de una propuesta atractiva para los bancos y las compañías de tecnología financiera (fintech) si aprovechan adecuadamente las oportunidades.
Ya no es una extensión opcional de la banca abierta, las prioridades de inclusión financiera de los diferentes países reflejan niveles relativos de importancia y la actualidad de las proclamaciones formales sobre el tema.¹
Los grados de priorización están asociados con grados de inclusión financiera. A menudo empleado como un término general en referencia a las personas o sus pequeñas compañías, la inclusión financiera sirve a dos audiencias: personas no bancarizadas fuera del sistema financiero y personas subbancarizadas inadecuadamente atendidas por el sistema financiero. Para México, la atención se centra en ambos; para el Reino Unido, la atención se centra principalmente en los subbancarizados. Pero no hay división binaria. Independientemente del estado de bancarización, el intercambio de datos autorizados por el cliente sigue siendo un principio fundamental de la banca abierta en todas partes para crear un sistema financiero inclusivo para todos.
Los teléfonos móviles a menudo se consideran una panacea para muchos de los desafíos asociados con la inclusión financiera. Pero el acceso a los servicios financieros no es tan simple como el acceso a un dispositivo móvil, y un teléfono móvil con fondos almacenados no equivale automáticamente a la inclusión financiera. Aún así, es un muy buen comienzo.